Gente pueblerina símbolo de solidaridad y añoranzas

Santiago es el discreto callejón Jacuba y un balcón de orquídeas temblorosas.

Es el sopor de las tardes pepineras, joyeras y de la insólita “bahía” de Pueblo Nuevo (que nunca ha visto el mar), cuando se preciaban de “románticos” y donde el Sol aún se pierde a media tarde en los primeros ramalazos del otoño.

Es la inocencia que pasa vestida de colegiala, es el humo de los anafes del hospedaje Yaque, la cuaba dura y el bosque verde, navegando entre las nubes de la misericordia.

Todavía es Cucharimba, el mago del pueblo en la risa de los niños que juegan a ser futuro y es el incienso de la pascua y sus adentros…

Maria sube al monumento de Santiago

María Mercedes Lantigua, de unos cuarenta años de edad, conocida como “María La Loca”, madre de diez hijos (cinco varones y cinco hembras),oriunda de Casa de Alto, Pimentel, pero hizo vida en Santiago de Los Caballeros, se hizo famosa porque desde el 1985, por espacio de un año y medio, estuvo subiendo a la peligrosa cúspide de la antena del Monumento de Santiago, burlando muchas veces la vigilancia militar permanente del lugar. Aquí, el día miércoles 3 de septiembre del 1986, permaneció unos ocho minutos sobre la antena, exactamente donde está colocado un bombillo rojo y desde allí volvió a bendecir a Santiago y persignarse tres veces. Un cabo de la Fuerza Aérea subió hasta el pie de la estatua y desde allí le hizo seña para que bajara, mientras al pie del Monumento el esposo y una pequeña hija de María, escurridizos y asustados esperaron a que María descendiera del peligroso lugar. Cuando la prensa logró que ella conversara, dijo tranquilamente que todavía le falta traer a su hijo Pablito, para subir con él, para terminar de “cumplir las promesas hechas con el Papa Juan Pablo Segundo”. Las acrobacias de esta mujer en el lugar eran frecuentes, ya que en dos anteriores oportunidades había escalado la cima de la edificación. El viernes 12 de septiembre del 1986 volvió a escalar a la cima a las cuatro de la madrugada, cuando eran relevados los militares y se bajó cuatro hora y media después. Esta audaz y misteriosa mujer mantenía limpio el Monumento, se le solía encontrar barriendo y trapeando periódicamente el lugar y luego de asearlo preparaba humareda de incienso y en forma mística hacia un recorrido por el lugar. Había llegado a afirmar que “el Monumento es mío”, “Yo vivo aquí en el Monumento con la más pequeña, aquí dormimos”. Llegó a afirmar que subía la cúspide del Monumento que lo había hecho a medianoche, por las madrugadas y que un día amaneció ahí arriba y a las cinco de la mañana bajó para ir a misa. “Yo tengo que subir a lo último del Monumento porque ahí está mi estrella…Ahí hay un misterio que es solamente mío, por eso vengo de San Juan de La Maguana, instruida a venir al Monumento”, fueron palabras pronunciadas por María, a quien también se le conoce como “Balaguer Uno”. Cuando María Mercedes Lantigua se subía a la antena del Monumento de los Héroes de la Restauración decía lo siguiente: “Rezo, canto, hablo y sé directamente que la antena tiene La Virgen de Las Mercedes, con quien yo tuve el encuentro y por eso yo no ve hoy de ahí y necesito cumplir promesa eterna, porque estoy para cumplir deberes espirituales ahí”. Relató que fue llevada presa cuatro veces, pero la llegaron a despachar. Asimismo, afirmó que también fue llevada al Hospital Psiquiátrico Padre Billini, donde la pusieron aparte de los locos, “y me atendieron muy bien porque sabían que no estaba loca”, siendo despachada al cumplir un mes en dicho centro de salud mental. “Entonces volví al Monumento y dije que debían dejarme entrar porque yo era la reina del Monumento y estoy impulsada por el Espíritu Santo, aquí riego incienso” , Hay que tomar en cuenta que esta señora en una ocasión en San Juan de La Maguana se lanzó desde lo alto de una mata de guásima. En ese entonces sufrió fractura múltiples y heridas que la mantuvieron en estado de gravedad por varios meses. Se recuperó y luego fue de nuevo a San Juan de La Maguana, de donde vino a Santiago. Lo cierto es que María con esa “subidera” y “bajadera”, cuerda o loca, burlando la vigilancia de los centinelas apostado allí, montó un espectáculo circense inolvidable para los santiagueros.

Rafael Aguilera Abreu@

Abraham Cohen

Abraham Cohen le salvó la vida al mismo Duarte.

Prócer ignorado

Abraham Cohen, acaudalado comerciante judío de aquel entonces, puso el dinero necesario para que la Trinitaria desarrollara los planes independentistas, incluyendo la compra de armas. Ese mismo Abraham Cohen, ya proclamada la República, trajo a Juan Pablo Duarte al país desde Curazao (en “La Leonor”, goleta de su propiedad). Sépase también que Abraham Cohen le salvó la vida al mismo Duarte, pidiéndole al déspota y traidor Pedro Santana que no lo fusilara, como pretendía. Abraham Cohen fue, además, el primer líder empresarial que apoyó y aportó recursos al naciente Estado…(¡Y no hay siquiera un callejón que lleve su nombre!)

FUENTE: acento.com.do Por RAMÓN COLOMBO

Vivienda más antigua de las Antillas está en RD y tiene 5,500 años

Santo Domingo, RD.

La vivienda más antigua de las Antillas data de hace unos 5,500 años y se encuentra en Samaná, en el noreste de República Dominicana, muy cerca de un lugar de enterramiento ritual arcaico hallado el año pasado por el arqueólogo domínico español Adolfo López y su equipo.

Estas excavaciones encabezadas por López, director de investigaciones de Guahayona Institute, en colaboración con la Academia de Ciencias de la República Dominicana y la Fundación García Arévalo están «cambiando completamente la visión de los primeros habitantes de las Antillas».

Frente a la imagen que se tenía de ellos como «bandas menos organizadas de gente nómada, ahora estamos demostrando que eran grupos humanos asentados en sitios» concretos, explicó el arqueólogo en declaraciones a EFE.

Hace un mes concluyeron con la nueva excavación, que ha permitido encontrar esa vivienda en otro abrigo muy cercano del primer yacimiento, y las pruebas del carbono 14 han determinado la antigüedad de los restos de varios hogares de los primeros pobladores de la isla hoy conocida como La Española 3.500 años antes de Cristo.

UN PASO MÁS PARA ENTENDER EL POBLAMIENTO EN LA ZONA

Este nuevo hallazgo permitirá entender «cómo era el poblamiento de toda la zona. Lo que estamos haciendo es una arqueología espacial, no es hacer una excavación en un sitio y marcharnos, es trabajar una zona amplia para comprender cómo eran los movimientos de estas personas, dónde cazaban, dónde enterraban, dónde vivían, dónde recolectaban los alimentos», dijo.

«Estamos intentando entender -agregó- toda un área de poblamiento que tiene aproximadamente 5,500 años, la más antigua que se ha encontrado en República Dominicana (y una de las Antillas). Con esta excavación hemos localizado el área donde vivían las personas que enterraron» los cuerpos hallados el año pasado en el lugar funerario próximo a la vivienda.

Lo más interesante para el arqueólogo es que se pudieron constatar las conclusiones surgidas del primer hallazgo: que «tenían un área donde vivían y otra zona donde enterraban a sus muertos», lo que da idea «de la complejidad social que tenían estos grupos, de su nivel cultural, que era muy alto, de su nivel de ritualidad» con la muerte.

Estos humanos habitaban en cabañas de grandes dimensiones, apoyadas por los abrigos (formaciones geológicas de roca), con un nivel de alimentación muy rico, explicó López, que espera la llegada de expertos de la universidad de Winnipeg, en Canadá, para hacer unos estudios de las semillas de plantas y de los almidones presentes en los artefactos de molienda que se han hallado en la excavación.

Sus moradores, según la teoría del experto y del profesor Daniel Shelley, pertenecían al grupo de los casimiroides, tenían una dieta muy variada y eran grandes pescadores, tanto en arrecife como en mar abierto, puesto que navegaban con facilidad en grandes canoas.

¿YA ERAN AGRICULTORES?

Lo que aún está por determinar, ahora que se sabe que eran grupos que se asentaban en un lugar de forma estable, es si ya se dedicaban a la agricultura, cuestión que pretenden dilucidar los expertos procedentes de Canadá si encuentran plantas cultivables entre los restos, que «es lo más probable» a criterio del arqueólogo español.

Sea como sea, tenían «costumbres muy avanzadas que les permitían sobrevivir en el mismo sitio de manera muy cómoda», concretamente en el farallón del cabo Samaná, zona a la que llegaron procedentes del continente americano «o de otras islas donde había recalado, pero su origen (primero) es el continente», tal y como pretenden determinar los estudios de ADN que se llevan a cabo en la Universidad de Harvard.

López incidió en la importancia de estos hallazgos: «Estamos hablando de los primeros habitantes de las Antillas, estamos recuperando el origen de la población que vive aquí actualmente. Es como encontrar en Europa el homo antecessor», expuso como analogía.

Estos hallazgos forman parte del contenido de una conferencia que el experto pronuncia este jueves en Santo Domingo sobre los primeros grupos arcaicos que poblaron las Antillas, todo ello basado en las investigaciones más modernas que se están haciendo.

Fuente: listindiario.com

Los colores de la bandera dominicana

De acuerdo con los documentos y testimonios conocidos sobre el tema, el rojo de la enseña nacional es bermellón y azul el de ultramar. No debería haber pues lugar a confusiones sobre algo tan solemne como es el color de la bandera, el mayor de los símbolos de la patria. Sin embargo, hasta en las más importantes oficinas públicas, a veces en los mismos cuarteles militares y policiales, en la propia sede del Congreso Nacional y el Palacio Nacional, se observa el uso de otra tonalidad azul, mucho más oscuro, en los cuadrantes del emblema.

Esta informalidad se cumple también, con insólita frecuencia, en actos públicos en donde asisten los más altos dignatarios de la nación, en muchas oportunidades hasta el Presidente de la República. La anterior Suprema Corte de Justicia hizo un invaluable aporte a la divulgación de los símbolos patrios, incluyendo la bandera al editar una agenda con ilustraciones muy pedagógicas acerca de esos valores. En esa agenda se hace énfasis en las características de la bandera, cosas estas que deberían ser de absoluta obligación.

Es inaudito entonces que se permita en lugares y actos públicos izar una bandera con cuadrantes azules que no se corresponden con la tonalidad que corresponde a la enseña nacional. Se trata de un azul intensamente oscuro que a distancia parece negro, y que en el argot del mundo de la moda se conoce como “navy”, color éste muy lúcido en trajes masculinos y en algunos vestidos femeninos, pero desagradable en la esquina superior izquierda y en el cuadrante inferior opuesto de la bandera dominicana.

EL DEGUELLO DE MOCA

La crónica histórica, debidamente documentada, consigna que en el 3 de abril en 1805, tropas invasoras haitianas cometieron la salvaje y barbárica matanza en la villa de Moca, conocido como El Degüello.

La cuantificación de víctimas de aquel momento pasadas a cuchillo, sables o bayonetas, fueron estimadas en cerca de medio millar, cantidad elevadísima a juzgar por la reducida población y la prontitud en su realización. Al hecho se han referido algunos estudiosos e historiadores en momentos diferentes. Antonio Delmonte y Tejada, Javier Angulo Guridi, José Gabriel García, los hermanos Leónidas y Alcides García, Benjamín Summer Welles, Ramón Marrero Aristi y otros se encuentran entre ellos.

Summer Welles, por ejemplo, (en igual afirmación que los demás) señala que en esa fecha «los residentes fueron congregados en número de quinientos, en la iglesia para presenciar un solemne Te-Deun en acción de gracias… 👍 ahí a mansalva fueron degollados sin misericordia…»

Anticipándose a todos, Gaspar Arredondo y Pichardo, un joven abogado de Santiago que había resistido junto a otros la embestida criminal en esa ciudad hecha por los mismos haitianos antes que el suceso de Moca, habiendo tenido que salir huyendo a Cuba, escribiría desde allá, su «Historial de mi salida de Santo Domingo el 28 de abril de 1805», crónica escrita con el sólido soporte de una narración hecha por alguien que fue testigo y actor al mismo tiempo. En ese Historial, relata, que el comandante haitiano había impartido la orden a sus tropas «de que las mujeres de todas las clases y edades se reunieran en la iglesia y los hombres en la plaza, pues todos, bajo la buena fe de la capitulación celebrada con los vecinos partidos, debían obedecer a las prevenciones del jefe que mandaba. Todos obedecieron creyendo que se iba a proclamar algún indulto o gracia a favor de ellos, y el indulto fue degollarlos a todos luego que se verificó la reunión prevenida, como a ovejas acorraladas.» Califica aquello como un «sacrificio espantoso, sacrílego y bárbaro».

Lo de Moca es solo el punto más revelador y escandaloso de aquella orgía de sangre, terror y saqueo que realizaran las tropas haitianas en este lado de la frontera en el año de 1801 y en el 1805, tal vez por que la población fue concentrada en gran número en la iglesia y los invasores no necesitaron de mucho esfuerzo para su ejecución. En su Historial, Arredondo y Pichardo califica como degüello la matanza realizada por los haitianos en Santiago el 28 de febrero de 1805 quienes entraron a «sangre y fuego con todos los del país para hacerse paso a la capital» y agrega que «toda aquella población y los pueblos del tránsito, fueron reducidos a ceniza por la tropa negra en su retirada, destruyendo hasta los altares. Los sacerdotes que encontraron fueron presos, y después sacrificados». Continúa narrando como se llevaron a pie para Haití, a los que dejaron vivos entre ellos al octogenario vicario Pedro Tavares, muriendo muchos de hambre y sed en el camino.

La validez de la narración de Arredondo y Pichardo, se encuentra sustentada por los hechos y la unánime afirmación de los relatos (que son muchos) e informaciones registradas de la época.

Emilio Rodríguez Demorizi, en su libro Invasiones Haitianas de 1801, 1805 y 1822 recoge una significativa documentación originada en la época y a consecuencia de los hechos, que constituyen la prueba inequívoca de la devastación, los asesinatos gratuitos e innecesarios, el saqueo y desolación a que los haitianos sometieron nuestro territorio especialmente en 1801 y 1805.

Alguien podría ingenuamente pensar (para satisfacción y gozo de interesados) que alrededor de estos hechos hay un sobredimensionamiento y exageración. Sin embargo, si se observa con detenimiento la documentación conocida, sin despreciar en nada la opinión de algunos funcionarios franceses de la época tanto del lado de Haití como de esta parte, y las comunicaciones de funcionarios de otras naciones a sus respectivos gobiernos y sus juicios sobre el carácter radicalmente diferente de una nación y otra, habrá de llegarse sin asomo de ninguna duda a la comprensión de la gravedad de aquellos escenarios de saqueos, terror, y sangre.

Se llegará también al juicio de que antes que sobredimensionar el hecho, existe una infravaloración, desconocimiento y olvido de aquello que forma parte de nuestra historia y que marcó, el espíritu de la nacionalidad dominicana.

Al leerse la Alocución que realizara Dessalines al pueblo haitiano el 12 de Abril de 1805 a su regreso del sitio de Santo Domingo, para dar cuenta de su gloriosa hazaña realizada de este lado de la isla, puede medirse la soberbia de un soberano emperador con signos de gozo y alegría por el crimen, terror y saqueo realizado. Entre otras cosas se lamenta de no «haber coronado con un completo y cabal buen éxito» su campaña, pero en compensación, le dice a su pueblo, que «os queda, al menos, el consuelo de pensar que la ciudad de Santo Domingo, (es) único lugar que sobrevive a los desastres de la devastación que propagué a considerable distancia en la parte antes española…». Más adelante dirá que «habiendo sido tomada a fuego y sangre toda la parte exterior de Santo Domingo, el resto de los habitantes y de los animales (fueron) arrancados de su suelo y conducidos a nuestra patria…».

También en su Diario de la Campaña, dirá que «…el saqueo de la ciudad de Santo Domingo era lo único que faltaba para completar sus proyectos…» y confiesa haber dejado la orden a sus principales jefes para que «la caballería se extendiera por todos los lados, destruyendo y quemando todo lo que encontraba a su paso». Agrega, además, haber ordenado a sus generales para que «empujaran (se llevaran hacia Haití) delante de ellos el resto de los habitantes, de los animales y las bestias».

Oportuno es apuntar que el reino del crimen, terror y saqueo a que sometieron esta parte de la isla en 1801, 1805 y la desastrosa ocupación de 1822 al 1844 no solo ocasionó daños personales y materiales. Esas invasiones y el estado de zozobra y amenazas permanentes a que Haití sometió a esta parte de la isla, forzaron la emigración de muchos de nuestros mejores hombres y familias en búsqueda de una tranquilidad y seguridad que les fue arrebatada aquí.

Texto: Angel Domínguez A. para Diario Libre